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Mostrando entradas de 2015

"EL PASEO"

 Paseo de la Constitución. Pinoso (Alicante)  Del templado otoño al frío invierno. De la primavera al verano. Del 1 al 365. De los días a los meses. Del lunes al domingo. Del norte al sur. Del sol a la lluvia. De las prisas al sosiego. Del agua al fuego. Del todo a la nada. Del amor al feo odio. Del beso con una caricia al abrazo que cura heridas. De la gente que conoces a la que parece que conocías. Del que decía ser tu amigo al que va de frente y es tu peor enemigo. Del que se va porque quiere al que le dices vete. Del hola al adiós. Del que te defrauda al que está contigo hasta la muerte. De la falsedad a la lealtad. De la caída al levantamiento. De la flaqueza a la fortaleza. Del sano al enfermo. De la sonrisa al llanto. Del negativo al positivo. De la fiesta a la biblioteca. Del estar dormido al estar despierto. Del deseo al tenerlo. Del silencio al ruido. Del recuerdo al olvido. Del yo, tú, él al nosotros, vosotros y ellos.     De viajes llenos de

MI PRIMERA CLASE.

Había quedado con una profesora de secundaria, la típica tertulia de ponernos al día de nuestras vidas, revivir historias, aprobados y suspensos, nervios y más nervios, ¡cómo pasa el tiempo! Al cabo de los años seguíamos en el camino de la vida aunque algo habíamos cambiado… Me pidió un favor. Me contó que tenía una clase de alumnos especiales y que le gustaría que   les contase mi historia, que vieran que hay un mundo por descubrir detrás de los muros del aula. Iba a ser “mi primera clase”:   “Estoy un poco nerviosa, no sé muy bien que tengo que deciros pero allá que voy… Qué tal si comienzo a hablaros de como yo he estado aquí, en el mismo lugar y a la misma hora, he llevado los mismos libros, he estudiado las mismas asignaturas, pocas cosas desde entonces han cambiado. Sé que es “jodido” levantarse a las siete de la mañana para ir a clases, unas clases que consideráis que no sirven para nada, que son poco productivas y que algunas de las asignaturas, el día de mañan

A MI BANDERILLERO CURRO JAVIER:

  Vuelvo al mismo punto de partida, la soledad. Sin excusas me acompaña una día más. Dicen que comenzamos a escribir desde que algo comienza a dolernos. No sé si será verdad pero, aquí estoy, de nuevo, intentando desahogar cada latido que siento en el pecho.   Hay decisiones que duelen. A veces me preguntó el por qué tanto. Lo entiendes, sabes que puede pasar, pero en el fondo no quieres. La vida sigue su curso, es como el río que fluye entre aguas que buscan nuevos caminos por abrir, nuevas metas y destinos. Las ilusiones renacen, los sueños impacientes vuelan como el aire.   Escuchas un “me voy, es el momento de cambiar de aires” y parece que automáticamente todos los recuerdos se amontonan en la mente. Así, sin más, uno detrás de otro, sin descanso, sin olvido, hasta se oye el eco de lo acontecido. Y, es inevitable llorar aunque, al mismo tiempo, la felicidad de lo vivido te haga sonreír sin parar. Cuántos momentos juntos, de risas, de tristezas, de ovaciones ded

LA VERDAD MÁS VERDADERA.

    Escribo todavía emocionada, en caliente, con la piel chinita, con la camisa partía, con el sombrero descubierto, con el corazón desmesurado, con la emoción incontrolable, con la grandeza de lo grande. Escribo, aunque palabras me falten, o me sobren, quien sabe, pero escribo porque tengo la necesidad de expulsar todo lo que siento, todo lo que vivo, todo lo que soy, todo lo que veo. Escribo…       Escribo para tratar de poner en orden mis sentimientos llenos de sentimientos, alborotados, arrebatados, plenos. Escribo con una palabra rondando mi mente, a veces se esconde, otras aparece, otras se muestra tal y como es, otras desfallece. Verdad lleva por nombre. Verdad, tan real, tan explícita, tan latente.    Cuando tras estoquear al primero de sus toros Alberto López Simón apenas podía aguantarse en pie e iba camino de la enfermería, divisé media sonrisa en sus labios. Casi no se veía, pero se le adivinaba más allá de su rostro pálido. Era la s

SEPTIEMBRE DE DESPEDIDA

  Septiembre de despedida, de nostalgia, de melancolía. Eran mis últimas dos corridas de esta temporada en negro y azabache, iban seguidas en el calendario, una al lado de la otra, las ciudades estaban cerquita, Murcia y Albacete. Pensé mucho como sería mi final de temporada, este año qué le diría, cómo reaccionaría… pero todo lo preparado, en ese preciso momento se desbarata demasiado rápido. Recuerdo que se vino hacia mí y nos abrazamos. Así, sin más preámbulo. Nos miramos y comenzamos hablar, ese diálogo tan nuestro, donde intercambiamos sonrisas, gestos, lágrimas, agradecimientos y proyectos. De repente, apareció su tan característica frase: “¿por qué siempre me lloras en la despedida?”, mi respuesta fue sencilla: “te lloro por emoción y sentimiento. Mira si son celosas mis lágrimas, que también quieren ser parte del encuentro”. Le comenté que al día siguiente también iría verle, pero que sabía la gran cantidad de gente que lo esperaba y me sería difícil acercarme. É

LLORA, TORERO, LLORA.

  Creer en uno mismo. Mirar hacia delante después de la caída. Volver a creer. Seguir. Caer de nuevo. Puertas cerradas. Triunfos huecos. Sin trasfondo. Sin contratos. Parecían vacíos. Creer en uno mismo. El principal motivo.   Pero llegó agosto. Y Bilbao con su arena gris, vino a su encuentro. Dos toros. Dos faenas. Un sueño. “Favorito” llevaba por nombre. Alcurrucén era su hierro. La humillación y la clase por condición. El ritmo en la embestida, el temple y el son. Y delante, Diego Urdiales, un Torero, con la T en mayúsculas, con anhelos, con un recital de toreo. Susurrado como un bolero, descrito con el temple que se lee un poema, con la delicadeza de lo bueno, lo sublime, la caricia de la naturalidad, el aroma y el gusto de la torería, la cadencia en el muletazo, el compás torero. Pureza de instantes, esencia de toreo, remates en movimiento, tauromaquia añeja, rememorando el blanco y negro. El color de lo bonito, la emoción de lo verdadero, erizado el cuerpo, empaque,

COMPARTIENDO SUEÑOS

  Caminaba hacia la plaza de toros de Valencia con la ilusión de una nueva tarde taurina. Al entrar a la plaza, mi itinerario era el de siempre. No hacía falta pensarlo, mis pies caminaban sin guía al destino predestinado. Había quedado con Ella, una chica adolescente llena de sueños, en un sitio muy especial, la capilla. Lugar de rezos, amparos, soledades y silencios. Allí íbamos a esperar la llegada de los toreros. Antes de aquella cita, había hablado un par de veces con Ella por las redes sociales y tras leerla en sus publicaciones tenía la sensación de que era una seguidora diferente. Recuerdo que me escribió para decirme que su ilusión era tener una foto con su ídolo. Qué le costaba mucho llegar hasta él y que lo que había conseguido entre todos sus intentos era darle la mano.     Estábamos las dos apoyadas a una valla y Ella, en los minutos previos, me contaba su pasión manzanarista. Lo que significaba su torero en su día a día, qué cualidades tenía su toreo que la e

TARDE DE HOMENAJE.

Era un día de junio, con la brisa del mar acariciando el calor sofocante de una tarde de verano. La ciudad estaba vestida de gala, era su día grande. La festividad de San Juan.  Por los alrededores de la plaza idas y venidas de gente buscando las puertas de acceso a sus tendidos. Los comentarios de la corrida anterior se entremezclaban con las sensaciones, sueños e ilusiones de la presente.   Fotógrafo: Rubén Sánchez Pasadas las siete, se abrió la puerta de cuadrillas. La emoción se palpitaba en cada instante, en el ambiente, en las caras, en los corazones de los presentes. Con su terno catafalco y azabache José María Manzanares hacía su aparición en la plaza. Despacio y con torería cruzaba el ruedo, como si quisiera sentir sus pies rozando la arena, dejando huella, arrastrando el peso de la tarde y la tristeza. Tras el paseíllo, se hizo el silencio, roto por las notas del himno de Alicante. En el recuerdo, un Torero, un Maestro. Era la forma de rendir homenaje a la m

LA LUZ DE MI CAMINO.

Era una mañana cualquiera,   con olor a primavera, no había bullicio, ni Romería, ni bueyes, ni carretas. Fui al Rocío, para estar a solas contigo...   Al llegar a esa bendita Aldea sentí que el mismo cielo se juntaba con la gloria en la tierra, una tierra de paz, armonía, tiempo, silencio. Miré al horizonte y mi vista se perdió en aquellas Marismas unidas al cielo buscando lo infinito. El paraíso eterno.   De camino hacia tu ermita, en cada pisada que dejaba en la arena veía que la huella se marcaba. Sentía como si mis pies quisieran dejar algo tan efímero como una señal que con un poquito que se levantara la polsaguera se iba a borrar sin dejar rastro de que por allí había pasado. Me planté ante tu puerta, me paré un segundo y pensé, “ya estoy aquí Señora, como cada año, para verte”. Un suspiro brotó de mis adentros y sin apenas darme cuenta ya te divisaba al fondo en tu precioso altar. Me iba poquito a poco acercando y las lágrimas rotas por la alegría ya salían

ROMANCE MAESTRANTE.

  Ella nació en siglos pasados, en tiempos que para algunos ya son olvidados. Es bella, llena de vida, de color, de luz. Le llaman Maestranza, con realeza incluida, y vive a orillas del Guadalquivir donde mira con sus grandes ojos a Triana, un barrio marinero y muy torero. Está custodiada por dos Maestros, Curro Romero y Pepe Luis Vázquez aunque Don Juan Belmonte no le quita la vista de encima desde la otra orilla donde noche y día la vigila. Le encanta recibir a gente en sus tendidos, sentirse la más guapa entre tanto señorío y se emociona viendo hacer el paseíllo a los toreros en su dorado albero. Pero, en los últimos años, hay uno que su sueño entretiene…   Él es un hombre elegante con aires del sur, a pesar de haber nacido en Alicante. Todo un galán que en primavera la “ronea” cada vez que viene a verla. Ella, indiferente a comentarios, se deja seducir sin disimulo por su toreo. Es una relación llena de amor, sincera pero emotiva. Muy pasional e íntima, sin horas marca

DE NEGRO Y AZABACHE.

  De negro y azabache vino al encuentro. Un encuentro con la luz, tras un invierno viviendo en la oscuridad de la soledad del duelo. De catafalco, de luto, de pasión, de sentimiento. De dolor y recuerdo. Todo oscuro, sombrío, apagado, sin luz. En penumbra. A su vez, era hombre y torero.   Un Torero que vistió de negro su alma herida para entender que al mismo tiempo que una vez la sintió morir, esa tarde la llenaba de vida. Una vida con un recuerdo inmortal dentro que perdurará hasta el resto de sus días. Una vida que murió y nació de nuevo simultáneamente en aquel instante en el que el reloj decidió parar las manillas del puntero para buscar lo eterno.   El capote de paseo que abrazaba su cuerpo, protegiéndole del miedo, era todo un misterio, también, de color negro. Lo acobijaba de sus emociones, resguardaba un corazón encogido por la sensibilidad del momento. Salió al ruedo, así, vestido de negro por fuera y por dentro. Porque en su interior había fe, no

TORILERO, ABRE EL PORTÓN DE LOS SUEÑOS.

  Torilero, hoy vengo a ti para que me abras de par en par a mi na más el portón de chiqueros.   Hoy vengo dispuesto a cumplir mi sueño. Si yo te contara… Torilero, caminando hacia tu puerta voy, lleno de angustia y miedo porque no sé qué aguardas, si es el triunfo o el lamento. Una cosa sí te digo, tengo valor para plantarle cara al de los rizos negros. De rodillas, frente a ti, aguardo mi futuro incierto porque los sueños me hacen grande y recuerdo como desde niño sentía que hasta las sábanas de mi cama tenía vuelo y simulaban un capotillo inquieto por salir al albero. Vengo dispuesto a dejarme lo más preciado que tengo, mi vida la pongo en juego solo por mi anhelo, querer ser torero. Torilero, abre el portón de los sustos para que en mi capote se conjuguen el arte, la belleza, la pasión y el riesgo de esta fiesta que es tan grande y se siente tan adentro. Y si me arranca el vestido que mi madre con tanto cariño me ha zurcido, después de un buen recibo, no me im

EL DESTINO TE LLEVÓ A MIS MANOS.

  Esta mañana, deambulaba sola por calles s in rumbo, en mi mundo. Perdida en un mar de pensamientos, revoloteando recuerdos. ¡Qué sería de mi sin esos momentos!... Cuando me di cuenta, mi camino me había llevado a un callejón sin salida. Al final del mismo, un cine viejo anunciaba películas antiguas. Justo al lado una pequeña tienda me llamó la atención. -¿Por qué no entrar?- pensé. Al acceder a su interior, mi vista comenzó a mirar estanterías de arriba abajo, había libros por todos lados. Libros de antaño, de esos que se envuelven en el color de la sabiduría, hojas escritas por autores relevantes; otras, el anonimato era la firma que venía debajo del título.  En ese espacio tan pequeño había tantas historias, que me era difícil hojearlas todas.   Pregunté al dependiente, un hombre mayor, lleno de canas, con cara de cansancio por el paso de los años: -¿Tendría usted algo taurino?- Mi inquietud era visible, tenía curiosidad por si entre todas esas paredes había algo rel