Vuelvo al mismo punto de partida, la soledad. Sin excusas me
acompaña una día más. Dicen que comenzamos a escribir desde que algo comienza a
dolernos. No sé si será verdad pero, aquí estoy, de nuevo, intentando desahogar
cada latido que siento en el pecho.
Hay decisiones que duelen. A veces me preguntó el por qué
tanto. Lo entiendes, sabes que puede pasar, pero en el fondo no quieres. La
vida sigue su curso, es como el río que fluye entre aguas que buscan nuevos
caminos por abrir, nuevas metas y destinos. Las ilusiones renacen, los sueños
impacientes vuelan como el aire.
Escuchas un “me voy, es el momento de cambiar de aires” y parece que
automáticamente todos los recuerdos se amontonan en la mente. Así, sin más, uno
detrás de otro, sin descanso, sin olvido, hasta se oye el eco de lo acontecido.
Y, es inevitable llorar aunque, al mismo tiempo, la felicidad de lo vivido te haga sonreír sin parar.
Cuántos momentos juntos, de risas, de tristezas, de ovaciones dedicadas, de
esperas en la furgoneta, de triunfos y fracasos. De abrazos tan grandes como
las ciudades que viajamos, de miradas profundas como el sentimiento y la
admiración que abarcamos, de emociones tan sentidas
como las lágrimas compartidas. Quisiera robarle tiempo al tiempo y detenernos,
que por un momento no avanzara, como en esa foto, sea cual sea, sé que salimos
tú y yo, con eso me basta para parar el segundero del reloj. A veces pienso que
vivir solo es eso, mirar una foto llena de recuerdo.
Mi dedo, un nombre tan simple y
que esconde demasiado significado. Ahora, siento como si me estiraran de él,
aunque el mundo sepa que nunca lo va a arrancar de mi mano. Esas manos que te
aplaudieron, las que te animaron, las que te alentaron en las locuras, las que
temblaron al preguntarte por percances cuando las palabras mudas se quedaron, las
que sudaban al verte, las que eran cómplices de gestos, las mismas manos que
hoy secan lágrimas pero que mañana, estoy segura, dibujaran sonrisas.
Te seguiré por donde vayas, ya sabes “si tú te vas, yo me voy contigo”, compartiré tus triunfos, alegrías y satisfacciones con otros toreros, pero, también estaré cuando los momentos malos hagan que te tenga que dar mis manos, esas de las que te hablaba antes, para incondicionalmente ayudarte y apoyarte. No te lo voy a negar, te echaré mucho de menos aún sabiendo que la magia de nuestros sentimientos vivirá siempre porque, para mí, eres y serás mi orgullo, el mejor subalterno. Te siento, te admiro, te quiero.
Vuela, banderillero mío, vuela alto que esta humilde seguidora, tú seguidora, se alegrará de todo lo bueno y bonito que la vida te tenga deparado. Desde lo más profundo de mi corazón, ¡GRACIAS por tanto!.
10 años juntos tanto profesional como personalmente y ¡los que nos quedan! |
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