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CARTA PARA UN PACIENTE DE CORONAVIRUS

Querido paciente, No te conozco, ni sé tu nombre ni el color de tus ojos, para ser verdad, no sé nada de ti y lo sé todo. Antes de nada, me presento. Me llamo Eliana y, aunque no nos conocemos, me he tomado el atrevimiento de escribirte. Como tú, también, estoy sola, con la diferencia que tú estás combatiendo, como un gran guerrero, en un hospital y yo, recluida, en mi casa, inventándome mil historias para no volverme majareta en este encierro. Desde que se decretó el estado de alarma, me quedé lejos de mi familia y de mi gente, no me pude regresar a mi pueblo y, a pesar de que fue una decisión responsable y meditada, lleva consigo distancia. Y duele. Ahí dentro, imagino que todo es demasiado caótico; aquí fuera, todo está desordenado y desorientado, desde el gobierno, las sábanas y hasta la primavera que llegó hace unos días y ni el azahar deja aroma en las calles ni en las avenidas. Los geranios no florecen y una maceta que tengo en mi casa, se le deshoja
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OCTAVIO, DÉJAME CONTARTE...

Es el momento de escribirte. Ahora que ya todo es pasado, que todo llegó a su fin. Ahora que el frío irrumpe en un almanaque que empieza a recopilar las vivencias de sus días. Ahora que ya echo de menos la primavera que da comienzo a toda esta aventura. Ahora que todo son balances, enhorabuenas y recuerdos, tiempo de descaso y nuevos proyectos. Es el momento de escribirte. Es ahora cuando siento la necesidad de hacerlo, quizás sea una deuda pendiente, quizás sea justicia, quizás ni justificación tenga, pero, hoy que es un día cualquiera y ya ni los olés suenan, he decido abrir este blog que estaba cerrado sin traspaso para derramar mis sentimientos, esos que tantas tardes de esta temporada he derramado a tu lado. Octavio, déjame contarte… De ti he aprendido que a ganar se aprende perdiendo, a crecer ante las adversidades, a no fallarse a uno mismo, a seguir la senda que marcan los principios. Por ti sé que el miedo está siempre presente

PACO, SI TÚ SUPIERAS...(II)

Te escribo hoy por si mañana es tarde, por si todavía no te he dicho todo lo que de mi sale, por si algo se me olvida y en el tintero se queda, por si las palabras deciden callarse cuando te tenga delante. Te escribo hoy pensando en hace unos días, cuando te vi salir a dar tu primera rueda de prensa. Paco, si tú supieras… Cuando te escuché pronunciar ese “vuelvo” cerré los ojos, para que retumbara por mi cabeza unos segundos más, como ese eco que no quieres que se vaya, que lo quieres grabar para no olvidarlo jamás. Y supe que todo lo que había estado convencida este tiempo atrás se iba a hacer realidad. Sabía que jamás te habías ido, que esto solo era un compás de espera. Sabía que te iba a esperar como tantas y tantas veces para verte torear. Sabía que creer siempre había sido nuestro punto de partida. Sabía que en ti todo se podía. Al abrir los ojos, ahí estabas tú con tu firmeza y seguridad, con esa  fuerza y convencimiento que desprendían tus palabras, co

HA LLEGADO EL MOMENTO.

Cuando te volvimos a ver dolorido salir de la plaza, con la incertidumbre caminado hacia la enfermería, sentimos que la moneda, esa que tantas veces has tirado al aire, volvía a caer cruz en la arena. Pasaron las horas, fueron muchas, con el desespero de por medio. Maldita espera. Qué larga es la muy jodida. Mirando el segundero del reloj estábamos todos, con y sin distancias de por medio. ¡Qué coraje! De nuevo, esta puñetera vida te apretaba y te cambiaba la buena suerte. Era viernes, el día que tenías que plantarle cara al destino, así, como venía de frente. Otra vez, como tantas y tantas veces. Han pasado los días y aquí seguimos, todos contigo, siempre contigo, porque nos enseñaste a mirar de frente a todo lo que viniera, nos diste el privilegio de sentir cada triunfo como si fuera nuestro, nos mostraste la verdad, en la vida y en el toreo, de ti aprendimos a buscar lo positivo cuando la contra venía a nuestro encuentro. Querido Paco, si supieran todos de tu fuerza y de nuest

PACO, SI TÚ SUPIERAS...

Te escribo ahora que al otoño ya se le caen las hojas del calendario, que el verano quedó en el pasado, que la primavera seguirá siendo siempre un eterno sueño futuro. Te escribo ahora que Zaragoza ya ha pasado, poniendo punto y final a una temporada que es historia, que lleva tu nombre, tu sangre, tu toreo. Te escribo porque sentía la necesidad de hacerlo, porque te lo debía, y te seguiré debiendo momentos, porque a pesar de que este texto lleve letras de despedida, te seguiré esperando cuando florezca, de nuevo, la temporada por el mes de marzo. Te escribo a pecho descubierto, con la verdad de mis sentimientos. Si tú supieras… Me enseñaste que la constancia y el esfuerzo son las claves del éxito, que el triunfo es un momento de gloria, al cual cuesta llegar, pero demasiado efímero y pasajero. Aprendí de ti que la humildad es la única vía para conseguir c ada logro , que la verdad se antepone a la mentira, que todo vale la pena por mucha lu

FELICIDAD COMPARTIDA.

  El 24 de junio en Alicante, lo vi todo a través de los ojos. Vi las caras de ilusión de los aficionados en el patio de caballos, deseosos de conseguir ese inigualable instante al lado de los toreros que, quizá, por el tiempo a muchos nunca les llegó. Entre tantas personas, divisé a una chica, más o menos de mi edad, Mari Paz venía desde muy lejos para ver a su Torero y apenas había podido ver el color de su vestido debido a la rapidez con la que había entrado hacia el interior de la capilla. Su ilusión de desinfló y exclamó: "jo, no pude verlo". Me puse en su piel en cuestión de segundos, le di la mano y le dije “no todo está perdido, queda un último intento, no te sueltes de mi mano, vamos a intentarlo de nuevo”. Antes de entrar al patio de cuadrillas, en esa puerta que separa el gentío de la soledad, el silencio desde el otro lado contrastaba con el murmullo de ese circular pasillo y ahí los minutos parecieron eternos. No tenía las palabras exactas para aseg

ME QUEDO EN SILENCIO. SILENCIO POR UN TORERO.

Fotografía: Anya Bartels-Suermondt "Tengo una cita con la Historia, y si he de morir, moriré libre" IVÁN FANDIÑO. Otra vez, sonó el clarín, como cada tarde. Nuevamente, la vida y la muerte en el mismo escenario, en el mismo ruedo. Mirándose cara a cara, sin perfiles ni coqueteos, de frente, al frente, por derecho. Parecía que todo iba bien cuando sin esperarlo, una certera cornada ensombreció aquel maldito quite. La enfermería apenas dio tiempo para convertirla en templo de rezos y lamentos como tantas y tantas veces, de plegarias, de súplicas y promesas con fechas  e xactas de cumplimiento. De repente, el frío caló hasta los huesos. Una frase arrambló con todo, era devastadora, demoledora, no tenía consuelo. De esas frases que desgarran por dentro, invaden, asfixian, te dejan sin aliento. "En las astas de un toro de Baltasar Ibán ha perdido la vida un TORERO". Tan duro como cierto. La casualidad. La puta casualidad. Esa que apenas