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FELICIDAD COMPARTIDA.


 

El 24 de junio en Alicante, lo vi todo a través de los ojos. Vi las caras de ilusión de los aficionados en el patio de caballos, deseosos de conseguir ese inigualable instante al lado de los toreros que, quizá, por el tiempo a muchos nunca les llegó. Entre tantas personas, divisé a una chica, más o menos de mi edad, Mari Paz venía desde muy lejos para ver a su Torero y apenas había podido ver el color de su vestido debido a la rapidez con la que había entrado hacia el interior de la capilla. Su ilusión de desinfló y exclamó: "jo, no pude verlo".


Me puse en su piel en cuestión de segundos, le di la mano y le dije “no todo está perdido, queda un último intento, no te sueltes de mi mano, vamos a intentarlo de nuevo”. Antes de entrar al patio de cuadrillas, en esa puerta que separa el gentío de la soledad, el silencio desde el otro lado contrastaba con el murmullo de ese circular pasillo y ahí los minutos parecieron eternos. No tenía las palabras exactas para asegurarle que lo conseguiríamos, solo sabía que en mis manos tenía una esperanza que envolvía un sueño por cumplir. 


Venía arropado por policías desde la capilla pero al llegar a esa puerta, la chica le habló y la vio. Lo pudo tocar por un segundo, pero bendito segundo que estoy segura que guardará por siempre en un lugar especial en su corazón. La miré a los ojos y vi como a través de ellos su alegría y emoción se apoderaron del momento. Su abrazo y agradecimiento todavía muy dentro de mí los conservo.


Tras la inolvidable faena al bravo quinto toro de Juan Pedro Domecq, vi la alegría reflejada, de nuevo, en los miles de aficionados que se dieron cita aquella tarde. Por momentos, los tendidos eran una locura desatada, una pasión descontrolada por la emoción. Miraba tantos rostros sonrientes, tantas manos aplaudiendo fuerte que supe que aquella faena formaría parte de por vida de cada uno de los presentes, un recuerdo que siempre llevarán en su mente.


De repente se me ocurrió bajarme unas filas más abajo para contemplar de cerca los ojos del Maestro José María Manzanares al dar la vuelta al ruedo. Iba radiante de felicidad, siendo profeta en su tierra, una tierra rendida a su toreo, regalándole un cariño sincero. Y vi en su transparente mirada el orgullo de llevar de la mano a su hijo pero también aprecié la admiración hacia él de su niño. Orgullo compartido, de hijo a padre y de padre a hijo.


Después de la triunfal salida en hombros, me fui encontrando a todos los que le rodean, los que conviven con él a diario, los que le impulsan a seguir, los que celebran codo con codo el triunfo, los fieles escudero componentes de su cuadrilla. ¡Qué entusiasmados iban, qué felicidad desprendían! Y, volví a ver tan contenta a Mari Paz que apenas pudo decirme una simple pero importante frase “este día jamás se me olvidará”. Y, Antonio me lo crucé mientras comentaba que se sentía un privilegiado de haber vivido esa histórica tarde, a Vicente la emoción le pudo y saltó al ruedo desatado de pasión, y al alzar por última vez la vista a los tendidos, divisé a Paco, desde la barrera del 5, levantando el pulgar como sinónimo de éxito. Todo había merecido la pena, absolutamente todo, por verles así.


Pero, no quiero olvidarme, que sin ver directamente a los ojos, también vi los ojos de mis padres, en casa, emocionados por todo lo que a través de la tele estaban viendo. Y vi a Ángel  y Laura, dejando caer lágrimas por sus mejillas, a Carmen Guerrero presumir de la gran tarde de su torero, a Carmen Pérez saltar del sofá eufórica, a Elena y Rocío compartir las sensaciones que en Alicante se vivían, a Jeff y Zoé, sintiendo desde Francia este triunfo como propio... No os vi cara a cara, pero si lo vi todo a través de vuestros ojos.


Llegué a casa rendida pero con la sensación de haber visto la emoción en los ojos de la gente, en los ojos de mi gente y, antes de que se cerrasen los míos por el cansancio me puse frente al espejo. Y, ¿sabéis lo que vi? Vi satisfacción, gozo interior, alegría, una lágrima llena de verdad, sentimiento manzanarista y mucha felicidad. Una felicidad que tuvo sentido porque fue compartida.


Fotografía: Rubén Sánchez Compañ.
(Gracias amigo por tu generosidad y por tu sensibilidad para captar momentos únicos)



 ELIANA ABELLÁN SÁNCHEZ

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