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ME QUEDO EN SILENCIO. SILENCIO POR UN TORERO.



Fotografía: Anya Bartels-Suermondt


"Tengo una cita con la Historia, y si he de morir, moriré libre"

IVÁN FANDIÑO.




Otra vez, sonó el clarín, como cada tarde. Nuevamente, la vida y la muerte en el mismo escenario, en el mismo ruedo. Mirándose cara a cara, sin perfiles ni coqueteos, de frente, al frente, por derecho. Parecía que todo iba bien cuando sin esperarlo, una certera cornada ensombreció aquel maldito quite. La enfermería apenas dio tiempo para convertirla en templo de rezos y lamentos como tantas y tantas veces, de plegarias, de súplicas y promesas con fechas exactas de cumplimiento. De repente, el frío caló hasta los huesos.


Una frase arrambló con todo, era devastadora, demoledora, no tenía consuelo. De esas frases que desgarran por dentro, invaden, asfixian, te dejan sin aliento. "En las astas de un toro de Baltasar Ibán ha perdido la vida un TORERO". Tan duro como cierto. La casualidad. La puta casualidad. Esa que apenas llega a un punto de porcentaje, esa que no se plantea porque no existe pero existe. Y aparece en una tarde cualquiera, sin argumentos ni razones, abrazando la oscura tragedia. ¡Injusto y amargo preciso momento que quema el alma por dentro!


El toreo es tan de verdad, que no entiende de mentiras, ni tan siquiera de medias verdades. Solo conoce un camino y no se cruza para probar otro distinto. Es fiel a su grandeza inigualable, es techo de cielo con sabor a gloria eterna, es seriedad y entrega, es pura realidad. A veces, se nos olvida que el torero ofrece la vida por alcanzar un sueño, derrama su sangre, deja su lucha cada tarde y todo su esfuerzo diario mientras le acecha un futuro incierto. Suena duro, qué digo duro, durísimo, pero así es esta profesión de grande y seria, de inmensa.


Y ahora que ya han pasado unas horas escribo, encerrada en el rincón donde ahogo en letras todo lo que siento, recordando su heroicidad, su valor, su raza, su lucha, su honestidad, su libertad, su independencia, su guerra y esa batalla que cada tarde trataba de ganar. Las Ventas o Bilbao, la diversidad de encastes en una encerrona que al igual que le alabó le hundió, el resurgir como un león, el poder de la verdad, su verdad, y el punto fijo de su mirada indicando donde estaba la meta, la anhelada y ansiada meta. A corazón, sangre y fuego. Valiente como su Estrella.


Una de sus últimas frases fue: “No sé lo que me deparará el futuro, pero sí sé lo que yo le entregaré”. Admirado Iván Fandiño, le entregaste lo más preciado y valioso que tenías: TU VIDA.


¡Qué tu recuerdo nunca muera! ¡Qué la gloria te sea eterna!

Vuela, Iván, vuela.



Me quedo en silencio. Silencio por un TORERO.


Posdata: Especialmente para sus seguidores, vacíos en estos momentos, llenos de recuerdos pero sin una nueva carretera esperando para ir a verle. Os abrazo, rozo vuestra piel, os siento porque os entiendo y lloro, lloro cada una de vuestras lágrimas...


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