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AL REY DE LA FIESTA.




Imagen extraída de Internet.

 

Entre las sombras de mis sueños lo encuentro, será porque llevo anhelándolo desde hace tiempo y mis ansias por verlo me hacen imaginármelo hasta en sueños. Quedan días para que dé comienzo la temporada y yo sigo, desde que acabó la pasada, pesando en él como si celosamente quisiera ocupar todos mis pensamientos.

Lo busco, lo encuentro, se marcha, desaparece en silencio, vuelve a rondarme, lo siento dentro. A veces es de pelo negro con los pitones blancos, otras colorado, castaño o cárdeno. Es alternante en pelajes al igual que en encastes. No siempre es el mismo, aunque sí el mismo de siempre. Es fugaz como el viento pero a la vez noble como el cariño de un beso, me produce ternura sin perderle el respeto. Su mirada es incierta y con su olor me desvelo, escucho sus mugidos, con él siempre existe el riesgo.

Lo veo galopar por las dehesas y enloquezco y al verlo parado bajo una encina su reata y su historia me vienen al recuerdo. Lleva en su sangre la historia de una ganadería que defiende, ligado a su destino, en el ruedo, entre la vida y la muerte se hace eterno. Al arrancarse de largo escalofríos me corren por todo el cuerpo, su bravura es mi pasión y cuando coge los vuelos de la muleta y embestiste con clase, ritmo y nobleza hasta el corazón se me altera y late con más fuerza.

A veces me daña, otras veces toco la gloria sin saberlo. Es tan grande que le temo o, tal vez, no sepa ni lo que realmente siento. Esta locura me perturba, aparece en mis sueños sin avisar y vive en mí sin pensar, me enamoré sin saber que lo estaba haciendo. Sin él encuentro un vacío, una ausencia qué llenarla no puedo y olvidarla no quiero. El rey de la Fiesta, mi amor más verdadero;  el toro bravo, el animal que yo más quiero.

ELIANA ABELLÁN SÁNCHEZ (@Eliana_Abellan)



 

 

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