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"ELLA LE SIGUE ESPERANDO"

Le ve preparar la maleta, su mente está en su mundo, un mundo que a Ella le ha costado entender pero que en el fondo comprende. En la habitación, como una sombra le observa, no quiere pero es su profesión y la acepta por el amor que le tiene. Esa misma noche se va con la incertidumbre de saber si volverá, es la misma rutina de cada viaje, es el mismo suspiro en el mismo instante. Pasan los minutos, que para Ella son segundos, se pronuncia un “suerte y hasta pronto”, un beso, un abrazo, una lágrima y esas manos que se aprietan para encerrar los miedos, para transmitir esa frase que no se dice y resbala entre los dedos.
 

 


Cierra la puerta y la cruda realidad se queda dentro. Piensa en las horas y horas en la carretera que le esperan en busca de sus sueños que, a la vez son de Ella, en busca de su futuro, un futuro tan real como incierto, tan sincero. Ella, se limita a llorar en la soledad del silencio.




Amanece y su cama está vacía. En esos momentos vive sin él, vive sin Ella, vive sin nada. Durante la mañana trata de distraerse pensando en otras cosas pero todas desembocan en una hora. Las cinco de la tarde, hora lorquiana. Mira su reloj de muñeca, el del corazón se paró en el momento mismo que se marchó. Suena el teléfono, su voz la trata de tranquilizar - “todo va a salir bien, ya lo verás”- le dice para no preocuparla. Ella, le pide que espere un momento, que no cuelgue, que siga hablándole, que se cuide, que vuelva. Suerte.




Así es cada tarde de corrida, siempre la misma historia, los mismos sentimientos, el mismo ritual y miedo. Es la angustia del desvelo anticipado, del no saber qué pasa o pasará, del tiempo que ahora que debería de correr se para sin respirar. Por su cabeza pasan millones de pensamientos: buenos, malos, regulares y de todos los tamaños. Mira por la ventana, mientras se aferra al rezo. Rezar se convierte en su único consuelo. El teléfono no lo suelta, está a la espera de una llamada que le confirme lo que está aconteciendo en ese ruedo donde cada vez que se inicia el paseíllo es herida sin herir por la cornada. El éxito o la derrota le dan igual sin darle, solo pide que esté bien, lo demás sabe que se puede curar aunque las heridas del alma tarden en cicatrizar.




Por fin, llaman. Le cuentan todo a pesar de que no escucha nada solo unas simples e importantes palabras. Respira, descansa, - "ya pasó"- reflexiona en su interior. Por la noche, la llama. Su cara se ilumina, la sonrisa se le dibuja en sus rostros, siente su voz y cada latido de su corazón, la distancia los separa en cuerpo pero no en alma. Ahora, ansiosa espera su regreso para abrazarlo y compartir con él su triunfo o fracaso, Ella es su fuerza, su pilar, una mujer muy especial.




Y así son todos los viajes, todas y cada una de las corridas porque no existe para Ella plaza grande o chica, solo existe un hombre que a eso de las cinco de la tarde se convierte en torero y dos toros le aguardan en chiqueros. Nadie sabe ver lo que esconde detrás de su miedo y su amor profundo y verdadero, pero a pesar de todo, Ella le sigue esperando.








ELIANA ABELLÁN SÁNCHEZ (@Eliana_Abellan)

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