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UN VIAJE TAURINO.


Desde que descubro las combinaciones de las ferias hasta que consigo ir a la corrida que deseo, ¡pasan tantas cosas!. Es un intervalo de tiempo interminable que parece que se alargue como una carretera y no ves que llegue ese ansiado viaje. En este post os mostraré como preparo y vivo un viaje taurino.


 


 


 

 

De pronto un día me levanto y veo que el cartel de mis sueños está anunciado. Inmediatamente me pongo a confeccionar sueños. No espero, deseo. Cito a mis padres para una reunión urgente, tengo que negociar si esa tarde la voy a vivir presente. Veo el cartel desde una punta a la otra, lo vuelvo a releer, intento buscar los motivos del por qué yo debo estar allí. Hablamos. Una vez llegamos a un acuerdo nos ponemos en marcha, ese día nos espera y todo tiene que estar preparado. Cada uno coge posiciones y participa en una parte de este sueño: buscar hotel, conseguir entradas, mirar sitios para visitar, el coche debe estar a punto, la ropa que escoger, la maleta… así hasta un sinfín de cosas que al final muchas se quedan en el olvido.


 

Los días avanzan, a su tiempo, aunque parece que estén estancados en el mismo día que salió el cartel anunciado. Poco a poco, llega el momento. Los nervios son parte fundamental, aparecen desde el principio y no se despegan de mí hasta que regreso del viaje, provocan ese cosquilleo que me hace vibrar y la ilusión se queda fija en mi rostro sin quererse despegar. Entre tanto, llamadas de personas que te desean suerte, que disfrutes, que hagas lo que sientes, o simplemente que te piden vivir a tu lado uno de esos momentos tan especiales que se convierten en inolvidables. Es un sueño de todos y para todos.

 

Por fin, después de una larga espera, consigo que el calendario recorra los días y partimos hacia nuestro destino con la esperanza de volver llenos de momentos vividos. Horas y horas en la carretera, comentarios que sueñan con vivir algo mágico, ilusiones que se escapan entre los labios. Incertidumbre, ganas, muchas preguntas que esperan su respuesta. Hasta que llegamos al hotel la noche antes, dormimos en la ciudad que nos va a entregar instantes para recordar. Amanece y el despertador no hace falta que toque, el verbo dormir no ha parecido en toda la noche.

 

Por la mañana ir al sorteo es una visita obligada. Ver los toros que por la tarde se van a lidiar, desear suerte a los protagonistas, en definitiva, vivir cada segundo de la corrida. Transcurre el día, quedando con unos y otros, reencontrándome con amigos de siempre o amistades nuevas que se convierten en cercanas tras hablar unas simples palabras. Avanza y el ritual sigue su curso. Una ducha, arreglarse y salir para la plaza. Y comienza la espera, ese furgón que no llega y se pasa de minutos, un “hola, te conozco de Twitter o Facebook”, impresiones, sensaciones, sentimientos.

 

Un nudo en la garganta, me santiguo y entro para al tendido de la plaza. De ahí en adelante no os puedo contar nada porque en esos cosos que me acogen como una aficionada más cada temporada, una vez dentro no sé lo que me deparan. El todo o la nada.

 

ELIANA ABELLÁN SÁNCHEZ (@Eliana_Abellan)

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