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SINFONÍA TORERA

 

 

 

 

Cuando el bravo toro de Zalduendo y el maestro José María Manzanares se unieron, anochecía en el Puerto de Santa María, la luna aparecía llena de luz, una luz que iluminaba por sí sola todo el ruedo.


En el ambiente se palpitaba por bulerías, mientras, en la arena, al son del pasodoble “La Concha Flamenca”, extraordinariamente interpretado por la Banda del Maestro Dueñas, el toreo se convertía en una sinfonía torera. Todo fluía, avanzaba, brotaba, surgía. Era un baile acompasado y cadencioso, donde el torero mecía las embestidas del toro con empaque, elegancia y armonía.

 

Fotografía de mi querido amigo Paco Gallardo

Se hacía el silencio, roto por olés profundos y eternos. De fondo, el solo de un músico que acariciaba acordes con su instrumento. A los muletazos templados y lentos se unían remates toreros, en los derechazos retenía el tiempo, en los pases de pecho levantaba al público de sus asientos. Ritmo, compás, suavidad y verdad. La verdad que da romperse, abandonarse, sentirse, torear con el alma.




Fotografía de Paco Gallardo

Confieso que sentí estar en un sueño, temía despertar de todo aquello. Fue tan grande, que he tenido que desnudar mi alma y mi cuerpo de sentimientos para poder expresar lo que viví en el Puerto.

 


Han pasado los días y a mi mente siguen viniendo instantes que me hacen revivir todo aquello, desahogo entre emociones los momentos, no quiero que acabe, quiero que siga en mi mente para soñarlo de nuevo. Y mientras escribo, vivo sin saber que lo estoy haciendo y sueño, sin saber que soñar es todo esto.  Así lo viví y así lo cuento, porque su toreo se me clavó como una espina, tan dentro de mi alma que olvidarlo no puedo.

 

 

Eliana Abellán Sánchez (@Eliana_Abellan)


 

 

 

 

 

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