A la Plaza de Toros de Alicante: Te escribo cuando ya han pasado unos días desde el final de tus Hogueras para susurrarte, casi sin rozarte, mis emociones y sentimientos en ti vividos. Te cuento, como si caracola de mar fuera, que te vi esplendorosa, monumental y coqueta, de belleza sin igual y radiante de viveza. En tu mes de junio, a la caída de la tarde, como cada año, abriste tus puertas de par en par para acogernos en tus tendidos a miles de aficionados venidos de todos los lugares del mundo. El ambiente era espectacular. Cada tarde, cuando el tren me dejaba en tu ciudad, tan tuya y a la vez tan mía, caminaba por sus calles hasta llegar a ti, con la ilusión más grande que en mi cabía. Recuerdo el sentarme inquieta y nerviosa en uno de tus tendidos (por cierto, todos abarrotados), y esperar que el minutero del reloj marcara las 7 en punto para que diera comienzo el paseíllo. Sabes, vibré como lo hizo tu gente con el espectáculo variado del Fandi; con