Le ve preparar la maleta, su mente está en su mundo, un mundo que a Ella le ha costado entender pero que en el fondo comprende. En la habitación, como una sombra le observa, no quiere pero es su profesión y la acepta por el amor que le tiene. Esa misma noche se va con la incertidumbre de saber si volverá, es la misma rutina de cada viaje, es el mismo suspiro en el mismo instante. Pasan los minutos, que para Ella son segundos, se pronuncia un “suerte y hasta pronto”, un beso, un abrazo, una lágrima y esas manos que se aprietan para encerrar los miedos, para transmitir esa frase que no se dice y resbala entre los dedos. Cierra la puerta y la cruda realidad se queda dentro. Piensa en las horas y horas en la carretera que le esperan en busca de sus sueños que, a la vez son de Ella, en busca de su futuro, un futuro tan real como incierto, tan sincero. Ella, se limita a llorar en la soledad del silencio. Amanece y su cama está vacía. En esos momentos vive sin él, vive sin Ella, vive