La lluvia cae sobre la ciudad y la gente camina esquivando charcos y escondidos bajo un paraguas con el frío metido en sus entrañas. Todo parece que funciona con normalidad excepto en esta habitación que está impregnada de una melancolía sinigual. Miro el calendario y veo que queda pocos días para acabar el año, la sensación de nostalgia me invade y hasta al recordar alguna lagrimilla se me cae. Se va el 2013 sin haber sido perfecto, con sus defectos pero a la vez con sus virtudes, con sus tristezas y alegrías, con cientos de historias, encuentros, llantos y risas. Pero así son los años, hijos del tiempo, nacen en el mes de enero y vuelan en diciembre a la añoranza de las épocas pasadas. En la memoria de los sentimientos trato de retener los buenos momentos, puede ser que cometiera errores, quizás también acertara en algunas decisiones pero cuando llegó este año era un libro con 365 páginas en blanco y he intentado que ninguna se fuera como vino, escribiéndolas